La Cieguita Carlos Gardel A pesar del mucho tiempo, desde entonces transcurrido, aún mi pecho conmovido, se recuerda con dolor. De aquel día que en un paseo, ví en su banco a la cieguita, y a su lado a una viejita, que era su guía y su amor. Y observé que la chiquita, de ojos grandes y vacíos, escuchaba el griterío, de otras nenas al saltar. Y la oí que amargamente, en un son que era de queja, preguntábale a la vieja, porqué yo no he de jugar. Y a punto fijo no sé, si el dolor que sentí, fué escuchando la voz de la nena. O fué que cuando miré, a su vieja advertí, que lloraba en silencio su pena. Ay!, cieguita, dije yo con gran pesar, ven conmigo, pobrecita, le dí un beso y la cieguita, tuvo ya con quien jugar. Y fue así que diariamente, al llegar con su viejita, me buscaba la cieguita, con tantísimo interés. Qué feliz era la pobre, cuando junto a mi llegaba, y con sus mimos lograba, que jugásemos los tres. Pero un día, bién me acuerdo, no fue más que la viejita, que me dijo la cieguita, está a punto de expirar. Fuí corriendo hasta su cuna, la cieguita ya moría, y al morirse me decía, con quén vas ahora a jugar. Y a punto fijo no sé, si el dolor que sentí, fué escuchando la voz de la nena. O fué que cuando miré, a su vieja advertí, que lloraba en silencio su pena. Ay!, cieguita, yo no te podré olvidar, pues me acuerdo de mi hijita, que también era cieguita, y no podía jugar.