Las Tardes Del Ritz Lilián De Celis Yo me voy todas las tardes, a merendar al hotel Ritz, y tras el té suelo hacer mil locuras, con un galán que está loco por mí. Juntos a bailar salimos, nos enlazamos con pasión, y al final tengo yo que decirle, toda llena de miedo y rubor: ¡Ay, no por Dios, no me baile usted así!, ¡Ay, por favor, que me siento morir!, tenga usted en cuenta que mira mamá y si se fija nos va a regañar. ¡Ay, suélteme, no me oprima usted más!, pues le diré, si me quiere asustar, que soy cardiaca y por esta razón, no debo llevarme ninguna emoción. Las mamás cotorreando, toman el té sin advertir, que en el salón, al bailar, las parejas, se hablan de amor con atroz frenesí. A las tres o cuatro danzas, suele crecer nuestra ilusión, y las niñas a coro decimos, rebosantes de satisfacción: ¡Ay, yo no sé, lo que pasa por mí, pero ya ve, que me siento feliz, siga bailando aunque mire mamá, que si se irrita ya se calmará! ¡Ay, qué placer, es bailar un fox-trot, con un doncel, que nos hable de amor! Aunque cien años llegara a vivir, yo no olvidaría las tardes del Ritz. Aunque cien años llegara a vivir, yo no olvidaría las tardes del Ritz.