Llanto y Coplas Joan Manuel Serrat Al fín, una pulmonía, mató a Don Guido, y están, las campanas todo el día, doblando por él: din, dan. Murió don Guido, un señor, de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero, de viejo gran rezador. Dicen que tuvo un serrallo, este señor de Sevilla, que era diestro en manejar a caballo, y un maestro, en refrescar manzanilla. Cuando mermó su riqueza, era su monomanía, pensar que pensar debía en asentar la cabeza. Y asentóla, de una manera española, que fue a casarse con una, doncella de gran fortuna. Y repintar sus blasones, hablar de las tradiciones, de su casa, a escándalos y amoríos, poner tasa, sordina a sus desvaríos. Gran pagano, se hizo hermano, de una santa cofradía. El jueves Santo salía, llevando un cirio en la mano. Aquel trueno, vestido de nazareno. Hoy nos dice la campana, que han de llevarse mañana, a buen Don Guido muy serio, camino del cementerio. Tu amor a los alamares, y a las sedas y a los oros, y a la sangre de los toros, y al humo de los altares. Oh! fin de una aristocracia, la barba canosa y lacia, sobre el pecho, metido en tosco sayal, las yertas manos en cruz. Tan formal, el caballero andaluz.